- La violencia física, la violencia psicológica, los ataques motivados por prejuicios basados en la orientación sexual, identidad, expresión de género o diversidad corporal son algunos de los tipos de violencia que enfrentan las personas LGBTIQ+. Según la CIDH esta población tiene mayores probabilidades de enfrentar los distintos tipos de violencia (física, sexual, psicológica o estructural) en comparación con otros grupos poblacionales. Aprende a cómo identificarlas aquí
La violencia toca a la puerta a diario a millones de venezolanos. Desde la inseguridad en las calles, hasta la violencia que se materializa en espacios privados, como el hogar o espacios de trabajo. Las personas LGBTIQ+ no escapan de esta realidad. Al ser un grupo vulnerable e internacionalmente reconocido suele estar aún más expuesto a los distintos tipos de violencia y discriminación. También suelen estar expuestos a la impunidad y la revictimización de un sistema que no atiende sus necesidades y exigencias adecuadamente y que, además, les invisibiliza.
El Observatorio Venezolano de Violencias LGBTIQ+ (OVV LGBTIQ+) documentó en 2022 97 casos de violencia y discriminación hacia las personas LGBTIQ+ en el país y documentó otros 154 casos en el primer semestre de 2023. De acuerdo con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), las personas LGBTIQ+ tienen mayores probabilidades de enfrentar los distintos tipos de violencia (física, sexual, psicológica, estructural) en comparación con otros grupos poblacionales.
A diferencia de regiones como África o Asia, en Venezuela no se criminaliza la homosexualidad, sin embargo, existen acciones prejuiciosas dentro de la sociedad que limitan la integración plena de estas personas y promueven que se reproduzcan actos discriminatorios o de violencia. Además, el Estado también ha demostrado ser LGBTIQfóbico al no legislar en la materia y actuar de manera prejuiciosa y discriminatoria sobre algunos casos en los que le ha tocado impartir justicia.
“La violencia contra las personas LGBTIQ+ puede identificarse de muchas maneras. Es importante estar atentos para identificarlas y tomar medidas”, subraya el abogado y coordinador del Observatorio Venezolano de Violencias LGBTIQ+ (OVV LGBTIQ+), Jeffrey Rodríguez.
La escala de la violencia LGBTIQfóbica
El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) tiene una herramienta, el fobiómetro, creada en 2023 con el objetivo de categorizar y jerarquizar los diferentes tipos de violencia que se ejercen contra las personas de la comunidad LGBTQIA+. Su propósito principal es identificar y transformar las normas sociales negativas, así como visibilizar el impacto del prejuicio y la intolerancia hacia las personas LGBTQIA+, según se puede leer en el portal web de UNFPA.
Rodríguez menciona los principales tipos de violencia que presentan las personas LGBTIQ+: la violencia física; la violencia psicológica; los ataques motivados por prejuicios basados en la orientación sexual, identidad, expresión de género o diversidad corporal; el chantaje emocional o las amenazas; la violencia en el ámbito educativo o laboral; la violencia intragénero; la violencia ejercida en espacios públicos; la violencia institucional y falta de protección legal, así como los intentos para vulnerar iniciativas o progresos para las personas LGBTIQ+.
De acuerdo con el fobiómetro, los actos discriminatorios se encuentran en la escala más baja y se reflejan en acciones prejuiciosas, como considerar que las personas LGBTIQ+ deben actuar bajo los patrones normativos de la sociedad; en los niveles intermedios se encuentra el odio por prejuicio, en el que, por ejemplo, se considera que las mujeres trans no son mujeres, que todas las personas LGBTIQ+ tienen VIH, o si simplemente a una persona no le molesta que otro esté siendo discriminado.
En la escala más alta se encuentra el delito de odio basado en prejuicio, donde entran las violencias físicas, humillaciones o considerar que el ser LGBTIQ+ es un delito. A diferencia de los demás niveles, el último concluye con un delito de odio, que puede implicar un delito donde una persona LGBTIQ+ muere por ser quien es y esto se determina a través del ensañamiento y otros factores contextuales, como la cobertura mediática del hecho.
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Del prejuicio al odio
Los ataques motivados por prejuicios se ven reflejados en hechos que buscan burlar o invalidar a otros por la orientación sexual, identidad, expresión de género o la diversidad corporal. Estos hechos limitan y violentan otros derechos, como el acceso a la salud, la educación o el trabajo, pues exponen a las personas LGBTIQ+ a hechos de violencia como el bullying homofóbico, dificultades para conseguir empleo o la negación en el acceso a servicios de salud solo por ser una persona trans.
La violencia se ve presente en el espacio público y privado también, cuando se difunden discursos discriminatorios en medios de comunicación o se le impide estar a las personas LGBTIQ+ en un espacio público, como una plaza. La violencia institucional es otro hecho que impide el goce pleno de los derechos de este grupo poblacional. Incluye tratos discriminatorios en organismos públicos o dificultad para acceder a servicios. Igualmente se ve reflejada en la falta de protección legal y leyes que protejan a las personas LGBTIQ+ de la violencia y discriminación, así como en la poca sensibilización de los funcionarios públicos sobre el tema, como efectivos de seguridad del Estado.
El buscar frenar iniciativas dirigidas a estas personas, rechazar sus vivencias o necesidades es otra forma de violencia, al igual que la violencia intragénero, que suele ser invisibilizada. De acuerdo con Rodríguez, el no actuar ante hechos discriminatorios puede llevar a que se materialicen crímenes y acciones violentas basados en prejuicios, como la violencia física, golpes, empujones, ataques a la integridad física y psicológica, acoso callejero, insultos, amenazas, agresiones verbales, burlas, comentarios hirientes, exclusión, marginalización, chantajes o aislamiento social.
“Es complicado identificar ciertos tipos de violencia porque suelen ser sutiles, como los discursos discriminatorios, y aquellos donde está inmerso un componente de culpabilidad por parte de una persona LGBTIQ+ ya que muchas veces, debido a que el contexto en el que nos encontramos, a la educación que hemos recibido o a las personas que nos rodean,se pueden sentir culpables por los hechos de violencia de los cuales se ven afectados. Cuando eres agredido por ser quien eres o por expresarte en la manera que quieras, sin perjudicar directamente a alguien, estamos ante una situación de discriminación que debe ser denunciada, atendida y sancionada”, añade Jeffrey Rodríguez.
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El peso de la familia, la religión y la falta de educación
Entre los factores que influyen en la materialización de la violencia están la falta de educación en los distintos niveles sobre diversidad sexual y de género o el hecho de vivir en el seno de familias conservadoras y discriminatorias que perpetúan estigmas y estereotipos sobre la población LGBTIQ+. Igualmente, influye la ausencia de leyes que les protejan de la violencia o cumplir con el principio constitucional de la igualdad, así como perpetuar la percepción negativa de estas personas a través de discursos discriminatorios que emiten figuras de poder, lo que da paso a la sensación de impunidad.
Para Andreina Montilla, psicóloga del OVV LGBTIQ+, la discriminación y la violencia hacia las personas LGBTIQ+ también se debe a las influencias culturales, las creencias religiosas arraigadas y las estructuras conservadoras, incluyendo tanto neoconservadores como paleoconservadores, que se resisten al cambio social y buscan la preservación de instituciones tradicionales.
Ella explica que en el ámbito religioso, las interpretaciones tradicionales pueden contribuir a actitudes intolerantes, considerando la diversidad sexual como incompatible con ciertos preceptos religiosos. “Este fenómeno es a menudo exacerbado por estructuras conservadoras arraigadas en la sociedad y el Estado, que resisten el cambio y perpetúan normas sociales tradicionales, generando hostilidad hacia la diversidad sexual”, añade.
Estos hechos violentos o discriminatorios pueden ser identificados por un tercero, en el momento que se realizan, así como también pueden ser autopercibidos. La violencia y discriminación LGBTIQfóbica no solo afecta a las personas de este grupo poblacional, también afecta a las personas heterosexuales con expresiones de género no normativas o que no son socialmente aceptadas y que pueden sufrir discriminación por ello.
Dentro de la población LGBTIQ+, el grupo más vulnerable son las personas trans, ya que el Estado no reconoce sus identidades. Esto, a su vez, impide que se les garanticen otros derechos, como el derecho a la dignidad, a la educación, la salud o el trabajo o al libre desarrollo de la personalidad. El que la identidad que está en la cédula no coincida con la expresión de género, puede exponerles a estas personas a la discriminación.
“El Estado debe tomar las medidas. No fingir que se está tomando en cuenta, o se está considerando, o que importa cuando no se han tomado ningunas acciones concretas para garantizar la igualdad de estas personas. Siempre queda en un contexto discursivo y de promesas, pero no se materializa. En primer lugar se debe trabajar en garantizar la igualdad, también debe sensibilizar a todas las personas que forman parte del aparato del Estado para que las situaciones de discriminación disminuyan. Que sean consideradas como personas iguales y sujetos de derecho que deben ser protegidos y también implementar todas las políticas públicas necesarias y establecer leyes concretas que garanticen esta igualdad de manera diferenciada”, dijo Rodríguez.
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La importancia de “cuidarse” y “cuidarnos”
La violencia y la discriminación hacia la población LGBTIQ+ pueden tener un impacto psicológico significativo, que se manifiesta en una variedad de síntomas físicos y psicológicos, señala la psicóloga del OVV LGBTIQ+. Las personas afectadas por estos hechos pueden experimentar ansiedad, que puede ir desde preocupaciones con pensamientos intrusivos donde piensan que si alguien los ve en la calle les va a dañar, hasta ataques de pánico. La depresión también es común, acompañada de sentimientos de tristeza, desesperanza y pérdida de interés en actividades cotidianas.
“El trauma psicológico es otro resultado frecuente, ya que las experiencias discriminatorias pueden dejar secuelas emocionales duraderas. Esto se refleja en flashbacks, pesadillas y una mayor sensibilidad a estímulos relacionados con la violencia vivida. Además, los individuos pueden desarrollar estrategias de afrontamiento perjudiciales, como el aislamiento social o el uso de sustancias para hacer frente al estrés”, destaca Montilla.
A juicio de la psicóloga, para abordar estos hechos, es necesario que se le proporcione a los sobrevivientes apoyo psicológico especializado donde los profesionales puedan enfocarse en crear espacios seguros para estas personas y lograr que se sientan aceptadas y comprendidas. Montilla menciona que para manejar estos hechos debe abordarse desde un enfoque holístico que esté acompañado de un proceso terapéutico, de educación preventiva y de fomento de la sensibilización, la empatía y la creación de comunidades seguras.
Tanto Rodríguez como Montilla recomiendan buscar apoyo en personas u organizaciones de confianza, así como poner en práctica el autocuidado para manejar el impacto de hechos de violencia y discriminación. Además, se debe poner en práctica la autocompasión y se deben adoptar hábitos de cuidado personal, como la meditación, el ejercicio regular y la expresión creativa, que ayudan a complementar el autocuidado.
“Las personas afectadas por hechos de violencia pueden buscar un espacio donde se puedan sentir seguros, seguras y segures, porque muchas veces se trata de buscar ayuda o apoyo desde un contexto o espacio de violencia que no permite que este sea lo suficientemente efectiva. También pueden buscar un apoyo profesional, que le ayude a aterrizar mucho más su caso y saber cuáles son las instancias y procedimientos de manera particular, de acuerdo a las características de su caso y que conozca la vía o la opción más idónea según su caso para que denuncie en las instancias correspondientes”, destaca Jeffrey Rodríguez.
Para la psicóloga estas “familias escogidas” representan círculos de apoyo significativos, donde se comparten experiencias y se encuentra respaldo emocional. Andreina Montilla señala que en este contexto es importante aprender a establecer límites saludables en las relaciones y con los entornos “tóxicos” para promover la salud emocional y fortalecer la resiliencia.
“En este contexto, es vital también comprender el concepto de orgullo de la comunidad LGTBIQ. Más allá de ser una celebración anual, el orgullo refleja la afirmación y aceptación de la identidad individual y colectiva. Integrar este sentido de orgullo en las medidas de autocuidado implica reconocer y validar las propias emociones, promoviendo una autoestima saludable y la resistencia frente a la adversidad”, concluye Andreina Montilla.
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