Muchas son las formas en la que el ser humano justifica sus acciones discriminatorias hacia las personas y deja de lado un principio básico elemental y es que ante la ley creada por el hombre, la jurídica, todos somos iguales y ante la ley divina también lo somos ante los ojos de Dios.
Es decir, sin importar el plano en el que lo pongas partimos de un principio en el que no hay manera de que los seres humanos dejen de ser vistos como iguales.
Sin embargo, nuestro objetivo con este artículo de opinión no es dar detalles sobre los términos de igualdad que nos reúne como seres humanos ante la ley; sino en primer lugar, dar detalles de por qué somo iguales antes los ojos de Dios; en segundo lugar de por qué es ilógico justificar discriminaciones usando el nombre de Dios y por último dejar abierto un debate que cada vez genera más polémica en los tiempos que estamos viviendo y por vivir.
En ese sentido, ante la afirmación de que todos somos iguales ante los ojos de Dios, vale mencionar los escritos de la propia Biblia que por ejemplo en Juan 13:12-15 nos habla del lavado de pies y como Jesús en un acto de humildad lava los pies de sus discípulos y les invita a que lo hagan entre ellos como gesto de amor y de tratarnos los unos a los otros como el propio Señor nos trata a nosotros, es decir, Dios hecho humano a través de Jesús nos enseña que debemos tratar a todos de igual forma en la que deseamos ser tratados.
Incluso en Hechos 10:34-38 Pedro comenta que, “Dios no hace acepción de personas, sino que a él le agrada todo aquel que le teme y hace justicia, sea de la nación que sea”; y es esta frase del apóstol la que nos lleva a nuestro segundo punto de porqué no debemos utilizar el nombre de Dios para justificar la discriminación de las personas bajo ninguna circunstancia.

Reflexiones sobre Dios, la religión y la discriminación
En consecuencia, cualquier forma de discriminación en donde se ponga el nombre de Dios, viola incluso a la propia Biblia y a los mismos Mandamientos que nos dice “no usar el nombre de Dios en vano”.
“No en mi nombre”, no en el nombre del Todopoderoso quien nos hizo a imagen y semejanza y nos ama con la misma intensidad más allá de nuestras preferencias o identidades y de lo que muchos quieran justificar para excluir a las personas en su derecho terrenal y espiritual de ser, amar y creer.
Este camino nos lleva a un debate que se presenta actualmente en las iglesias y que incluso el propio Papa ha manifestado en varias intervenciones y es la aceptación de las personas homosexuales y rechazar que sean consideradas como delitos las relaciones entre personas del mismo sexo. De hecho, hace algunos meses Francisco declaró su apoyo hacia la unión civil entre las personas sin ningún tipo de distinción y pidió a la Iglesia que aquellos que lo deseen podrían ser bendecidos como pareja.
El debate quizás está en proceso en este momento, y aunque no deba ser un debate por los puntos que hemos expuesto al inicio de nuestra opinión, de lo que sí estamos seguros es que todo aquél que diga creer irrefutablemente en la palabra de Dios tiene que entender que Dios no discrimina, que Dios ama y que jamás debemos usar su nombre en detrimento de los demás.
Artículo de opinión realizado por iván Nieto (@IvanJNieto), politólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela, con diplomado en Asuntos Públicos del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA).
