A Reymar Quintero la vida se le complicó hace casi un año por una mala praxis durante una operación del manguito rotador. Desde entonces los dolores son cotidianos, le agobian y le hacen perder la cordura. Su vida toda se tambaleó, ya no sabe incluso si sigue teniendo una pareja, sin embargo, pese al dolor, dice que también ha ganado este año.
Quintero se considera una mujer lesbiana, quien prefiere que usen el pronombre él cuando le hablan, debido a que desde muy pequeño sintió que nació en un cuerpo que no corresponde con su expresión de género. Por muchos años ocultó su orientación sexual por temor a la sociedad y a la familia.
A pesar de esconderse del resto del mundo él siempre tuvo alguien a su lado que nunca le reprochó nada y con quien podía ser honesto: su abuela materna, esa mujer que se encargó de criarlo y que más adelante, cuando pasaba por la adolescencia, le permitió una conversación, que lejos de alejarles, hizo que su abuela lo entendiera todo y le apoyara.
Desde temprana edad Reymar sentía atracción por las mujeres, pero no decía nada.
“A los 16 años mi abuela me preguntó por qué no tenía novio. Por la confianza que le tenía tuve el valor de decirle que me gustaban las mujeres. Yo tenía una pareja en ese momento y ella en ningún momento me reclamó, siempre me apoyó, pero siempre oculté mi identidad”, cuenta al Observatorio Venezolano de Violencias LGBTIQ+ (OVV LGBTIQ+).
Esa conversación hizo todo más fácil en casa, pero no en la calle, ante una sociedad que poco ha avanzado en materia LGBTIQ+ en los últimos años, así que Reymar sabiéndose criticado eligió mantener su orientación sexual de forma discreta, como una manera de protegerse de cualquier acto de discriminación. Sin embargo, eso a los 50 años pesa y más cuando hay problemas de salud, por eso Reymar ha decidido cambiar algunas cosas “para vivir al máximo”.
Los padecimientos de salud y los problemas de pareja hicieron que Reymar buscara ayuda, así llegó a los grupos de apoyo del OVV LGBTIQ+ en mayo de este año, luego de la recomendación de una amiga. Ya ha asistido a cuatro sesiones, dos presenciales y dos online.
“La primera vez fui solo. Esa sesión me brindó la posibilidad de expresarme por primera vez en público, de sentirme libre, de decir quién soy, de tener la valentía ya a esta edad de andar con mi pareja y decirle a las personas es mi pareja, no es mi amiga”, cuenta con un tono de liberación.
Esas sesiones le dieron más seguridad, tanto así, que se atrevió a llevar a su novia a su casa en Valencia y decirles quién era. “Mi mamá no tuvo ninguna reacción, ni positiva, ni negativa y hasta se integró en las conversaciones”, dice.
Reymar es trabajador social, egresado del Colegio Universitario, con 21 años de servicio en la Universidad Central de Venezuela; algo que cuenta con orgullo después de tantos años de trabajo. Considera que aún tiene mucho que dar, sobre todo, porque le gusta orientar a los estudiantes para que culminen sus estudios, pero tras más de un año de reposo, su vida ha dado otro giro y ahora se encuentra en un proceso de incapacitación.
A cuestas lleva 14 operaciones por una artrosis reumatoidea degenerativa. En enero de este año fue intervenido del manguito rotador y por una mala praxis hizo un encapsulamiento, algo que le genera dolores profundos. “Esto ha acabado con mi existencia, no sé lo que es dormir completo, me siento frustrado en la parte laboral. No hay nada que me calme”.
En los grupos de apoyo pudo poner en palabras ese dolor y esa frustración. Ahora ha decidido llevarlo con orgullo, porque además no le debe nada a nadie, “ni en lo social, ni en lo económico”.
“Ya no me importa ser criticado y allí pude expresar eso, ya no me importa andar con mi pareja agarrado de manos, si nos queremos despedir con un beso lo hacemos. Ella aún tiene mucho tabú, teme ser rechazada y eso nos ha traído muchos problemas”, comenta.
El Observatorio Venezolano de Violencias LGBTIQ+ arrancó con los grupos de apoyo en 2023. Ese año se llevaron a cabo 30 actividades a las cuales asistieron 300 personas. La iniciativa busca brindar herramientas de apoyo emocional y psicológico a quien lo requiera. Entre abril y septiembre de 2024 se llevaron a cabo 18 grupos.
Para Reymar participar de estos grupos le brindó apoyo, le han dado herramientas para ponerse de primero, para tener amor propio, pero sobre todo, le dio la posibilidad de ser escuchado y de tener un aliado, pues tras la enfermedad se ha sentido muy solo.
A veces Reymar dice que se siente muy agotado, especialmente para alguien que comenzó a trabajar a los nueve años de edad, sin embargo, hoy es más libre de expresarse y alienta a otrx a no tener miedo.
“No tengan miedo de ser lo que son, de sentir lo que siente, de defenderlo, ya es hora que seamos aceptados y respetados, de legalizar el matrimonio, yo me muero y el Estado se queda con mis bienes, yo no puedo darle estos beneficios laborales que tengo a mi pareja”, reprocha.
A pesar de los padecimientos se considera afortunado por estar vivo, por tener fortaleza para salir adelante.
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